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5 Aprendizajes a raíz de los atentados

06-09-2017
Fundación Exit
No niego que, como muchos, al conocer la noticia del atentado en Barcelona mi primera reacción fue negativa. Un sentimiento descorazonador y la pregunta de ¿qué mierda de mundo le estamos dejando a nuestros hijos? Pasados unos días, y tras muchos momentos de reflexión, he tratado de extraer algunos aprendizajes, lecturas en positivo que nos ayuden a conseguir que una … Continued

No niego que, como muchos, al conocer la noticia del atentado en Barcelona mi primera reacción fue negativa. Un sentimiento descorazonador y la pregunta de ¿qué mierda de mundo le estamos dejando a nuestros hijos? Pasados unos días, y tras muchos momentos de reflexión, he tratado de extraer algunos aprendizajes, lecturas en positivo que nos ayuden a conseguir que una atrocidad así no vuelva a suceder.  

Lo que escribo a continuación es fruto de mi experiencia de 26 años de trabajo con jóvenes en riesgo de exclusión social (muchos de ellos de origen inmigrado), desde el año 2.000 en Fundación Exit, ONG que tengo la inmensa suerte de dirigir. Pero también es fruto de mis vivencias como hijo de inmigrado. Mi padre nació en Bombay (India), mi madre en Barcelona. Y como pareja de Jag, inglesa de Manchester de padres del Punjab (India). Es sobre todo un texto que escribo pensando en mis hijos Max y Sofía que, mirándolo así, son tres cuartas partes indios. 

1. Cambiemos de marcha

Si bien es necesario arrancar un coche metiendo la primera, cuando queremos recorrer un camino largo seguir mucho tiempo con la primera probablemente hará que el coche se cale o, en el peor de los casos, nos cargaremos el motor. Tengo la sensación de que en nuestra sociedad cuando hablamos de inmigración seguimos pensando en la “primera generación”. Poco pensamos en las segundas y terceras generaciones que ya están aquí conviviendo con nosotros. Los hijos y nietos que no tomaron la decisión (a menudo muy forzada por las circunstancias) de venir. Ya nacieron aquí. Ejemplo claro de lo que quiero decir es la entrevista que sufrió Miriam Hatibi por parte de Silvia Jato en TVE y que Miriam resumía así: “Nací y crecí en Barcelona, por lo tanto no he pasado por ningún proceso con el que me tenga que plantear mi integración”.

¿Cuántas generaciones tendrán que pasar para que podamos ver a estas personas como ciudadanos y no como inmigrantes eternos de veinteava generación? El propio término “inmigrante” implica proceso cuando sería más adecuado hablar de inmigrados ya que muchos llegaron para quedarse, ya no están en ningún proceso.

¿Cuántas generaciones tendrán que pasar para que podamos ver a estas personas como ciudadanos y no como inmigrantes eternos de veinteava generación?

2. ¡Ponerles el micro ya!

El atentado me pilló lejos, de viaje. La primera noticia que tuve fue leyendo a Mohamed El Amrani en Facebook. Tengo la suerte de conocerlo desde hace unos años y he sentido profunda admiración por cómo se ha erigido en un líder de opinión durante todos estos días. Él, al igual que Miriam Hatibi, han ayudado a que buena parte de la población descubriera a esa segunda generación que mencionaba en el primer punto. Han roto prejuicios, han tendido puentes con enorme valentía cuando más necesario era.

Han roto prejuicios, han tendido puentes con enorme valentía cuando más necesario era.

Pero también han lanzado un mensaje muy claro que mal haríamos en desoír: “Estos días he hablado mucho de la comunidad musulmana pero también me gustaría hablar de política, de tecnología…” (Entrevista a Moha publicada en El Món). ¡La buena noticia es que hay muchos jóvenes como Moha y Miriam! En Exit he tenido la oportunidad de conocer a muchos de ellos: Mamadou SaliouMamadou Korka, Shahid Ashraf por solo citar a algunos que ya han empezado a tener cierta repercusión mediática. Ayudémosles a tener más visibilidad, a ser referentes no solo “de los suyos” sino de toda una generación.

3. Rompamos un techo de cristal o arreglemos el ascensor

Estos días las redes se han inundado de mensajes xenófobos hablando de lo desagradecidos que eran los inmigrantes, de cómo mordían la mano que les da de comer, etc. Sin duda como sociedad hemos hecho mucho por “integrar a los que llegaban”, pero ojo, los que llegaban también han hecho mucho por los “autóctonos”. Han cuidado de nuestros mayores, de nuestros pequeños, han cubierto en la mayoría de casos aquellos trabajos que no “querían los de aquí”. La crisis nos ha hecho olvidar mucho pero recuerdo una frase que se hizo célebre en los años en que este país necesitaba mano de obra: “Necesitábamos trabajadores…y llegaron personas”. Y esas personas en la inmensa mayoría de casos han trabajado duro para tirar adelante y han traído cuando han podido y después de muchos esfuerzos a sus familiares.

En resumen que hemos hecho mucho por la integración, pero queda mucho por hacer. Cojo de forma frecuente el AVE y de forma recurrente cuando estoy allí sentado me vienen ráfagas de imágenes que contrastan un vagón del AVE con uno de la línea 1 del metro de BCN. El AVE monocromo, la línea 1 multicolor. Mi padre vino en los años 70, el boom de la inmigración fue a finales de los 90, ¿cuántos años tendrán que pasar para que podamos ver gente de origen inmigrado ocupando puestos directivos en las organizaciones? ¿Qué riesgos corremos si los jóvenes de segunda o tercera generación, ya nacidos aquí, se encuentran con un techo de cristal que les discrimina frente al mercado laboral?

¿Qué riesgos corremos si los jóvenes de segunda o tercera generación, ya nacidos aquí, se encuentran con un techo de cristal que les discrimina frente al mercado laboral?

El experto Joseba Achotegui lo explica perfectamente en este reciente artículo en el diario Público. También es muy recomendable leer al sociólogo de la UB Xavier Martínez Celorrio para tener las claves que permitirán arreglar lo que él llama actualmente el “descensor social” 

4. ¿Cuántos amigos musulmanes tienes?

Esta pregunta me ha venido a la cabeza de forma recurrente estos días cuando algunos amigos me enviaban vía redes sociales escritos o vídeos alertando de lo malísimo que es el Islam, “violento por naturaleza”, etc. Y lo defendían luego con tal vehemencia que era inevitable preguntarles: ¿cuántos amigos musulmanes tienes? A lo que la mayoría contestaba que ninguno, nunca habían tratado de tú a tú con una persona de esta religión. Es como si yo lanzo una campaña para acabar con el helado de pistacho sin haberlo probado en la vida. ¿Qué está pasando para que en la sociedad más hiperconectada de la historia vivamos en nuestras ciudades en burbujas impermeables?

Están triunfando dos modelos de entender la inmigración: el asimilacionista que defiende que el que llega ha de “renunciar a su identidad” y pasar a ser “como los autóctonos”; y el “multicultural” que ve la cultura como algo inamovible, compacto, innato al individuo, un bien en sí mismo al que no hay que renunciar pero que, como no evoluciona, no vale la pena intentar mezclar. Así viven “comunidades” cada una en su zona/barrio, evitando compartir territorio o espacios comunes porque ello será sinónimo de tensión.

Y así, estamos perdiendo una preciosa oportunidad de explorar un tercer modelo que sería el intercultural en el que lo básico es el sujeto, no el sujeto cultural. Un enfoque que entiende la cultura como algo que evoluciona y que mejora con la interacción de ciudadanos diversos. Un modelo en el que se debate y se consensua un núcleo duro que asegure la convivencia y, a partir de ahí, hay aspectos accesorios que cada uno puede vivir a su aire. Las personas, si las dejas hacer, difícilmente avanzan hacia un modelo intercultural por sí solas, es mucho más cómodo quedarse en la ya famosa zona de confort. Desde los gobiernos, desde la sociedad civil hay que impulsar iniciativas organizadas para que personas de orígenes diversos se conozcan, se rompan prejuicios, se valoren aspectos positivos “del otro”, se generen conversaciones y agrupaciones diferentes.

Estamos perdiendo una preciosa oportunidad de explorar un tercer modelo que sería el intercultural en el que lo básico es el sujeto, no el sujeto cultural.

Este anuncio viral explica de forma sencilla este concepto complejo. De nuevo creo que tenemos una gran oportunidad de impulsar proyectos que faciliten encuentros de este tipo y cada uno de  nosotros podemos ser referentes y aprender al mismo tiempo si nos involucramos por ejemplo en proyectos de mentoría social.

5. ¡Basta de folclore y buenismo!

Un último aprendizaje que va muy conectado con todo lo anterior. A menudo se confunde el modelo intercultural que defiendo con el montar una “fiesta de la diversidad” en la que nos tomamos un mojito, comemos un shawarma, nos pintamos las manos con henna y bailamos de forma desenfrenada al ritmo de unos tambores africanos. También se confunde con sobreproteger al inmigrante a capa y espada. No estoy hablando de esto. La comida, la bebida y los bailes regionales pueden ser una buena manera de conocernos pero tarde o temprano urge llegar al sujeto, al tú a tú, al hacer preguntas más que dar por hecho que por venir de tal país ya vienes con un pack cargado de creencias o habilidades. ¡Ojalá más gente nos enseñara a hacer preguntas poderosas, esas que ayudan a ir al interior del individuo!

¡Ojalá más gente nos enseñara a hacer preguntas poderosas, esas que ayudan a ir al interior del individuo!

Por otra parte cuando hablo de debatir un núcleo duro que asegure la convivencia hablo de perseguir actitudes y personas extremistas que no respeten esa convivencia, hablo de debatir sobre la igualdad de género, la orientación sexual, pero también del cuidado de nuestros mayores, del cuidado de nuestros pequeños. A veces creemos que “nuestra sociedad” es la más avanzada pero con tanta velocidad de avance igual se ha dejado temas básicos por el camino que “otros” han sabido solucionar mejor.

En resumen, sigo pensando que un mundo mejor es posible, y que está en tus manos y en las mías hacerlo realidad.

Nacho Sequeira
Director de Fundación Exit
@nachosequeira

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