¿Y tú, dónde te ves de aquí a 10 años?
¿De qué voy a trabajar de aquí a 10 años? ¿Dónde me veo dentro de unos años? Son preguntas difíciles de responder y, sin embargo, se escuchan fácilmente en la calle entre amigas y amigos o en grupos de trabajo. Son incertidumbres tanto colectivas como personales.
Autora: Alba González, técnica del Proyecto #yobExit
Hace unos meses esas mismas preguntas eran contestadas por estudiantes de 4º de ESO en un reportaje de televisión que reflexionaba sobre el nivel de exigencia que se impone a la juventud, desde la educación y la familia. Un profesor lanzó la pregunta: ¿de qué os veis trabajando dentro de 25 años? A pesar de que tenían muy claro lo que les gusta, las respuestas se iniciaban expresando el deseo de un trabajo estable, para luego especificar a qué ámbito les gustaría dedicarse. Incluso estaba la opción que visualizaba firmemente que tendrían que renunciar a lo que le apasiona a favor de la estabilidad:
“A mí me gustaría ser… pero voy a ser realista, así que me quedo con un trabajo estable y un buen salario”.
Quienes están contestando a estas preguntas son jóvenes que están en un momento de tránsito educativo y sus decisiones les condicionarán un currículum u otro. Más allá de si algunas opciones académicas tienen más “salidas” que otras y si pueden o no estar claras las pasiones y motivaciones, se vislumbra una especie de resignación, una visión negativa y falta de control hacia el futuro.
Como si el futuro estuviese ya escrito y sin margen de maniobra:
“No sabes si vas a encontrar trabajo, si vas a encontrar salidas, no sabes lo que vas a hacer”.
“Si yo estoy estudiando y mi motivación para estudiar es pensar que voy a encontrar trabajo… y si veo que está todo el mundo parado y no hay trabajo ¿cuál es mi motivación?”
En este sentido, las respuestas vienen acompañadas por una importante sensación de descontrol. Actualmente, en nuestra vida cotidiana, recibimos infinidad de mensajes que describen un porvenir laboral donde todo apunta a que predominará la incertidumbre, la temporalidad, la precariedad, etc., términos que ya están definiendo el porvenir. Aquí me viene a la cabeza las palabras de otra joven, literalmente decía que le frustra pensar en su jubilación y le resulta muy difícil pensar en el futuro porque lo ve “bastante negro”. Esta joven relata lo mismo que describió Bauman sobre la percepción del futuro: el porvenir ha dejado de ser sinónimo de progreso y esperanza para convertirse en un lugar donde proyectamos nuestras aprensiones.
Es comprensible la desmotivación que se puede percibir en muchos discursos de jóvenes, parece como si la realidad de dentro de X años ya estuviese diseñada, aunque sea de forma difusa, y que es poco el margen de maniobra que tenemos sobre ella. Como si tan solo nos quedase intentar amoldarnos lo antes posible a este futuro próximo. Tal y como indica el mismo autor, hemos pasado de querer cambiar el mundo a creer que lo único que podemos cambiar es nuestra posición individual dentro de ese mundo/futuro no modificable.
El tren ya está en marcha, pero el margen de maniobra existe y el desarrollo viene de la mano de la participación. Si somos conocedores de nuestra realidad social y formamos parte de ella somos inevitablemente sujetos de cambio de la misma.